Acabo de leerme una novela de la escritora cubana
Ena Lucía Portela, titulada
Djuna y Daniel, y me ha gustado mucho. Esta autora es de lo más prolífica, a sus 35 años ya tiene seis libros publicados: cuatro novelas y dos recopilaciones de cuentos, y hay que decir que tiene buen oficio y mucho sentido del humor; he leído pasajes divertidísimos en las dos novelas suyas que han caído en mis manos:
El pájaro, pincel y tinta china y ésta de la que les hablaba antes, que verdaderamente me enganchó. Pero además, siempre que puede, Ena Lucía (qué nombre más bonito ¿verdad?) hace gala de su cultura, que es vastísima, y lo deja a uno con la buena sensación de estar ante una obra trabajada, cuidada en los detalles. Es muy talentosa, la verdad, y asombrosamente prolífica. Si algo tuviera que reprocharle, poco, es que en determinadas ocasiones abusa de las referencias culturales, algo, por otra parte, típico de los escritores cubanos, que dan demasiada importancia a la estética y a quienes les gusta rizar el rizo (la culpa no es de ellos, es del tiempo, que sobra), pero eso no es del todo reprobable porque sin esta ilusión de trascender lo banal no habría buena literatura. Pero no voy a ser yo quien la critique, yo que disfruto tanto con sus obras y con esa ilusión -aunque sepa que en el fondo todo no es más que una gran impostura, incluso esto que escribo, porque, seamos sinceros, la literatura no es imprescindible para vivir, no genera riquezas visibles-.
Hay que ver qué espesa estoy, como mezclo lo pertinente con lo que no tiene nada que ver, pero yo soy así, no puedo evitar pasarlo todo por la misma batidora.
Cambiando de tema, quería recomendarles la lectura del fragmento introductorio de "Poeta en La Habana", del escritor y traductor cubano
Osmany Oduardo, que he colocado en el blog de
Literarte. A Osmany lo conocí en la pasada Feria del Libro de la Habana y me cautivó como persona por su fuerza y sinceridad. Luego, al leer un poema suyo en el blog
"Remandingo", de Eduardo Frías Etayo, me convencí de que definitivamente es un gran tipo. Este libro suyo,
Poeta en La Habana, -de título Lorquiano
- fue editado por Letras Cubanas y rápidamente se agotó, tuvo muy buena acogida entre la crítica y no es para menos porque está muy bien, veré si me deja publicar otros fragmentos luego, entre tanto, váyanse conformando con la introducción. Sus poemas tienen garra, a mi entender, escuecen. A mí me hicieron reflexionar en torno a esa ciudad mía que ahuyenta a los forasteros con su mezcla de decadencia y marginalidad, una ciudad injusta para quienes no tienen el dinero para poder disfrutarla.
Por último, quiero hacerles partícipes de un descubrimiento, un regalo que me hiciera ayer mi amigo el poeta Antonio Saura. Se trata de un librito muy curioso cuya lectura promete ser muy divertida, no hay más que ver la obra que ganó la distinción especial. Ya les iré poniendo otras perlas de este ejemplar digno de colección.
DISTINCIÓN ESPECIAL
Gustavo Zorilla Lecourt
Sindicato Gastronómico
Poema: El partido es inmortal
(Poema dedicado al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba)