martes, 17 de julio de 2012

Nubes


Ver pasar las nubes blancas y acomodar la vista en ellas, como única cosa importante. Recrearse en su aspecto acolchado, en su diversidad de formas y tamaños, imaginarse leve y dejarse caer sobre un cúmulo de algodón...
Si todo fuera de este blanco impoluto y el espíritu sonriese con la frescura del niño que juega... Pero sí, algo de niño queda; la prueba está en el modo como penetra en el alma la blancura de las nubes, llevándose lo turbio del pasado, impidiendo estar triste, pese a todo.
Una vez más vuelo sobre el océano, pero esta vez no traigo pesadumbres, he renacido -he muerto para ello- con todo lo que implica desprenderse del mundo y sus miserias y hoy soy como una niña que abre los ojos a la vida con avidez.

miércoles, 13 de junio de 2012

Vuelvo, quiero decir que estoy volviendo

Con mi mejor y mi peor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo.

Mario Benedetti.


Maravilloso Benedetti, y hoy sus versos me sirven de pretexto para desperezarme, lentamente, lenta y fructíferamente de mi letargo. Una vez más de vuelta a la vida, a la vida activa, despierta, lúcida, que es la única que cuenta y que vale la pena.
Pronto os daré señales, de momento son las 2 de la madrugada y las musas duermen.

Ivis.

lunes, 12 de marzo de 2012

Oveja posmoderna

Escribir algo que te parta en dos y te lance una granada a la cabeza, para que tu cerebro estalle en mil pedazos, como fuego de artificio que busca elevarse para ver desde arriba.

Elevarse, sí, que todo es pose y vulgaridad en esta vida si no dinamitamos la rutina, si no ponemos zancadillas a ese perezoso que siempre aflora, con su lento y automático andar, día tras día, hora tras hora, buscando acomodarse en una esquina del camino, ansiando el así llamado “statu quo” esa invención absurda y conformista que nos convierte por su merced en autómatas o en mansos caballitos, con los ojos repletos de deseos (reprimidos) y el espíritu (esa cosa ancestral) dormido como niño muerto. ¡Caballitos!
Ya sabes que me niego a dejarme acunar por esos cantos de sirena, no hay tiempo que perder, ésta es mi lucha contra el statu quo y toda esa filosofía conformista. Éstas son mis banderas y mis bombas son ideas. ¡Ah, pero qué poético suena esto! Como si no supiera que el inconformismo revolucionario es otra trampa que deriva en cómoda pose: la moda subversiva, desorden que se impone como orden, al cabo, retahíla de gordos calvos que siguen soñando con la paz mundial, hijos de esos rebeldes trasnochados que comen sólo hierbas, y se van a África a demostrar cuán solidarios son, mientras consumen contracultura por un tubo. Asco de futuro.

Estamos en un laberinto, un círculo vicioso, el campo minado de los esquemas repetidos hasta la saciedad. Y total, este puto mundo jamás dejará de moverse en la órbita del sol.

¡Ay, mansa palomita de las ideas!


¡Oveja posmoderna, siempre serás una más en el redil!

martes, 6 de marzo de 2012

Tanto amor

Soplo mi té caliente
esta tarde de marzo
y el humo me ilumina:
hay tanto amor en este mundo esperando por mi...

Y yo que no sabía
que podía contar con esa baza
de pronto me doy cuenta
de lo rica que soy.

Hay tanto que ajustar
por esa regla
en mi mente y en la mente de todos...

Habrá que hacer canciones
optimistas
y entrenar la mandíbula
y las ganas
y el abrazo sincero y la caída
de ojos seductora
y los besos con lengua
al aire y al espejo (con carmín)
desesperadamente apasionados
(porque tanto amor tiene
que ser correspondido).

En busca del milagro

Quizás lo más hermoso
está donde te falta,
paisaje desbordado
más allá de la lente
que intenta condensarlo.

El gesto resignado del que acepta
que la felicidad nunca es completa y pese a todo
se dispone a quemarse
a vivir cabalmente
en busca del milagro
pues la vida
no es una ciencia exacta.

Y quizás sea posible
vivir sin preguntarse
para qué hemos venido.

Esto (y también lo otro)

Nunca he estado más confundida, al mismo tiempo nunca he estado más lúcida. Es que las paradojas acontecen tan cotidianamente, que su goteo agridulce me ha llevado a pensar que el mundo se compone de agua y paradojas. Y qué curioso, pienso, que nadie haya notado esta evidencia. ¿Y qué pasa que de esto en la escuela no se habla? Cansada estoy de sufrir en mis carnes los estragos provocados por la influencia del pensamiento unívoco sobre la educación, como si el mundo se dividiera (realmente) en buenos y malos, inútiles y válidos, verdades y mentiras... Paradojas, nomás que paradojas... ideas contrapuestas que se asocian para dinamitar nuestros esquemas, realidad incontenible, inefable, sórdida, habitando en nosotros como un cáncer. Ying y Yang, Yong y Yung, aristas infinitas de un diamante que tuvo la suerte de brillar, pero que pudo haber sido negro como la noche, y que lo es, de hecho, si la luz no lo toca con su magia. Da que pensar, ¿verdad? Por eso siempre me cuesta decidirme, porque no tengo claro que haya una única senda, una respuesta clara, una suma redonda. Apenas circunstancias, prioridades, y números tendiendo al infinito. Y paradojas.

martes, 7 de febrero de 2012

Paseando por el Cementerio de Colón

¿Cómo es posible todo esto? Me preguntaba mientras recorría las elegantes alamedas del Cementerio de Colón, con sus panteones imponentes, sus estatuas de mármol y bronce, sus laureles centenarios, sus vitrales y rejas de formas caprichosas... ¿Cómo es posible este lujo, esta magnificencia, esta borrachera de estilos, en un país humilde -y más que humilde, decadente- como es Cuba hoy?
Una vez más la obra humana me asombraba; era tal la grandeza de aquellos monumentos, que me parecía estar visitando algún museo de arte universal, de esos que abundan en Europa. Una vez más mi país me conmovía con uno de esos contrastes tan suyos, los mismos que me llenan de impotencia cuando intento definirlo, (puto país que no cabe en un molde...)
Pero más allá del sobrecogimiento que me causaba la contemplación de la belleza, otros pensamientos más profundos fueron poblando mi mente, poco a poco, mientras me adentraba en callejuelas cada vez más estrechas e insignificantes, allí, donde en lugar de mausoleos se alzan fosas comunes, con un discreto jarrón o una lápida por todo adorno. Allí, donde reposaban los restos de mis abuelos, compartiendo su última morada con la misma generosidad con que en vida compartieron el pan que se llevaban a la boca.        
Nunca he sido devota de los cementerios; nunca antes -a pesar de vivir en su extrarradio- tuve el instinto de pasearme por sus calles umbrías, de curiosear en sus lápidas. Tenía miedo, lo confieso, a los muertos, a esos espíritus que suponía al acecho de toda alma inocente que se atreviese a perturbar su eterno reposo. Entonces no apreciaba, no podía apreciar, la belleza de esos muros cubiertos de musgo, roídos por el tiempo, reventados por la fuerza de las raíces... Vida sobre la muerte, muerte que da la vida, amor eternizado que da miedo, paradojas...


domingo, 15 de enero de 2012

Entonces...

Visto lo visto queda sólo una solución: seguir viviendo, seguir confiando, seguir amando y disfrutando de lo bueno que aparece en la senda que elegimos tomar. De lo contrario la guerra estará perdida, el camino, trillado, y el vino, malogrado en su esencia, y será cuestión de tiempo que las raíces se nos pudran y nos quedemos resecos, mascullando recelos y amarguras.

Pero qué ardua tarea darse cuenta de dónde va el acento que brinda mejor sonoridad a nuestra vida... Qué trabajo de chinos revolverse el alma hasta encontrar la queja, la tecla del piano que, con su sonar hueco, estropea la melodía, el origen de la rabia.

Es mucho más cómodo quedarse quetecito, pues hurgar tiene eso: que puedes despertar a los fantasmas y como un mago inexperto, sacar una paloma donde tocara un conejo y de este modo perder el prestigio, la paz, la lozanía, o lo que sea que haya para perder. Claro que siempre puedes encontrar esa llave de tu felicidad, pero entonces, entonces, ¿qué hacer con ella? To be or not to be... this is the question.

Apuntes tomados en el avión que me traía de Cuba

Hablaré del dolor. El dolor tremendo que me causa dejar a los míos, cada vez que tengo que partir hacia tierras extranjeras. El dolor de no poder compartir con ellos las cosas cotidianas, los pequeños momentos de hastío o de ternura. El grandísimo dolor de irnos desapegando de los rituales que conforman la esencia del ser hasta volvernos ajenos a nosotros mismos. El dolor de tener que emigrar forzosamente porque una plaga de incompetentes se ha adueñado del país, privándonos de la ilusión de vivir decentemente y con alegría nuestras vidas.
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Pero también se hace necesario hablar del amor, porque sin el amor nada de esto sería posible. Él es quien hace tolerable la distancia, el vacío de la ausencia y el larguísimo tiempo que transcurre entre visita y visita a la familia. Él es eso que no se ve y que sin embargo permea las capas de la atmósfera, goteando sobre las cabezas y los recuerdos, para que todo permanezca intacto a lo largo de los años, para que los abrazos sigan siendo los mismos de siempre, cargados de afectos y emociones imperecederos. Es el que nos impele a hacer gestos heroicos, a construir catedrales, para que sus alturas nos recuerden el motivo de nuestra lucha, para despertar del letargo, del sinsentido cotidiano y percibir la luz del faro inconfundible de nuestro puerto.

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Mauricio

La vida nueva que asoma por entre sus dientes me sobrecoge. Es tan hermoso... tan inocente, que da gusto verlo moverse, libre en su torpeza, sabio, anárquico y vital. Toda la frescura del mundo cabe en su risa juguetona, y todo el asombro, en esos ojos que se encandilan al contacto con la luz.

Mauricio, nombre de guerrero, nunca imaginé estar pensando de este modo, con este grado de amor, en alguien tan pequeño de estatura. Mauricio, pedazo de mi alma recién colonizado por tu risa, belleza en fuga que no admite adulación ni ofrendas, amor sinceramente interesado que no logra ofender. No dejes de alumbrarnos.