sábado, 21 de julio de 2007

Mi conciencia y yo

Escribir me resulta en extremo doloroso, pero ya no puedo evitarlo ni un minuto más. He esperado mucho tiempo, echando mano a todas las excusas disponibles para no tener que llegar a este momento, pero ya está aquí. Me encuentro ahora mismo con la boca amordazada por un pañuelo, para sofocar el dolor. Mis manos están atadas a los brazos de la butaca, de modo que caen justo sobre el teclado del ordenador, y ha comenzado a hacerme efecto el brebaje que me ha dado a beber mi conciencia, sí, la misma que tengo delante azotándome con un plumero de finas plumas, para que pierda el sentido del tiempo, y suelte los puños cerrados.
Ahora se ha sentado delante de mí, la muy puta... en la esquina del escritorio, como lo haría una adolescente despreocupada, con las piernas abiertas. La falda (deliberadamente corta y alzada) deja entrever una sinuosa y oscura cavidad, llena de pelos. No, no lleva nada... y me tienta a escribir. ¡Dios mío, ayúdame, sabes cuánto me cuesta mover los dedos con este reuma que me mata! No puedo, no soy capaz.
Ahora se lleva un dedo a la boca, lo succiona, como una vampiresa, lo succiona y yo comienzo a excitarme, me mira, lo chupa, se relame de gusto (no sé a qué puede saber un dedo de mi conciencia) pero yo, como por arte de magia, comienzo a escribir. Escribo, voy describiendo la escena: ella ahí, yo aquí con las manos atadas a la butaca giratoria, ella musa inspiradora de mis deseos, yo peón de un juego que no sé cuál es, ella, bruja instigadora de mis caprichos, yo, su esclavo. Se acerca cada vez más y... ¿qué veo? No, no, no, por favor, no... lo hagas (creo que voy a desmayarme) ¡Noooooooooo! Pero lo hace, y me gusta, sus ojos en los míos, el dedo moviéndose acompasadamente, me duele, me gusta. ¡Oh madre, qué desgracia esta educación que me has dado, machista y puritana como tú! ¿Qué es esto de querer lo prohibido con más ansias que si fuera el paraíso? ¡Oh, madre, oh madre, oh madre! ¿Por quéeeeeee?
Mi conciencia por fin ha sacado su dedo de donde estaba, y se lo vuelve a chupar, y yo continúo escribiendo como demente, cosas sin sentido, y ya no me duelen los dedos, no temo a nadie ni a nada; me ha desvirgado de esa ridícula-inocencia-protectora-de-hombres-mediocres y me ha dado al fin la libertad de la que hablan los poetas.
Continúo excitándome con sus excentricidades, solo que ésta vez me desata una mano y me dice que haga con ella lo que quiera, y yo muevo los dedos, ésta vez sin dolor, soy un metal inflamado al contacto con el oxígeno (ella), y voy a tocar justo donde me pidió que lo hiciese, donde tanto tiempo ha estado esperando que lo haga, y mi conciencia se esfuma de placer al verme recorrer de abajo a arriba y viceversa, con fuerza, como por sobre un piano, las teclas del ordenador.

4 comentarios:

Yvette dijo...

wow!

Anónimo dijo...

grandioso,que placer he sentido increible sensacion ya buscare mi conciencia la necesito bye,lore

Fabienne dijo...

Ivisoooooota........molt be!! Jaja, Has vuelto!

Ivis dijo...

Faby, ¡pero si esto es viejo! De todas maneras, sí, he vuelto, jajaja.