lunes, 20 de septiembre de 2010

¡Siacará!

Esta humanidad ha dicho ¡basta! y ha echado a andar...
Qué falta me estaba haciendo recuperar este espacio de intercambio con el mundo... volver a repasar este teclado sin más objeto que el de dejar fluir mis pensamientos, aún los más simples, y con ello sentir la plenitud de engendrar algo, aunque sepa que todo está inventado y que se trata apenas de una ilusión.
Cada vez siento más la necesidad de disciplinar mi rebeldía para con el mundo; lo que comenzara como un acto de individualismo se va convirtiendo en un acto social: yo y mi universo, yo y mis lectores... y no está mal que sea así. Todos crecemos, todos nos necesitamos al fín, pensar que una golondrina hace verano es cosa de adolescentes, y yo ya no soy precisamente quinceañera.
Hoy siento renacer en mí el espíritu aventurero que en el pasado sucumbió bajo el peso de las responsabilidades y los disgustos. Creo que el otoño va a convertirse en mi estación favorita pues me trae claridad mental y espiritual. El verano me pone de cabeza: demasiadas alternativas, demasiado sol como para quedarse en casa. El otoño me devuelve la paz del recogimiento, la luz tenue de las cosas verdaderas. Me embarga una tristeza no del todo triste porque en el fondo -a pesar de extrañar los días de sol- quiero ver qué me depara el invierno, y sobre todo agradezco haber llegado hasta aquí de una pieza (aunque esto último sea discutible).
Me siento tan trascendental, que sin duda debo estar bajo el influjo de alguna luna creciente... Soy consciente de todos mis errores y de la imposibilidad de echar atrás los relojes, pero eso cada vez me preocupa menos pues poco a poco voy sintiendo una fuerza emerger desde mi centro: fuerza bruta, rabia, deseos de morder o quizás de reír a carcajadas hasta quedar exhausta. Deseos de soñar con peces de colores porque me da la gana, porque el mundo está lleno de peces de colores aunque no todos puedan verlos, porque soñar es gratis y no hace daño a nadie, porque el amor existe y es importante, porque la amistad es un poder incuestionable, y porque la libertad al cabo se abre paso por entre los barrotes y muestra su sonrisa agradecida, y es bella la sonrisa, bella y sin prejuicios, abierta, triste a veces, pero siempre sonrisa, tal como debería ser la vida.