martes, 17 de julio de 2012

Nubes


Ver pasar las nubes blancas y acomodar la vista en ellas, como única cosa importante. Recrearse en su aspecto acolchado, en su diversidad de formas y tamaños, imaginarse leve y dejarse caer sobre un cúmulo de algodón...
Si todo fuera de este blanco impoluto y el espíritu sonriese con la frescura del niño que juega... Pero sí, algo de niño queda; la prueba está en el modo como penetra en el alma la blancura de las nubes, llevándose lo turbio del pasado, impidiendo estar triste, pese a todo.
Una vez más vuelo sobre el océano, pero esta vez no traigo pesadumbres, he renacido -he muerto para ello- con todo lo que implica desprenderse del mundo y sus miserias y hoy soy como una niña que abre los ojos a la vida con avidez.