domingo, 15 de enero de 2012

Entonces...

Visto lo visto queda sólo una solución: seguir viviendo, seguir confiando, seguir amando y disfrutando de lo bueno que aparece en la senda que elegimos tomar. De lo contrario la guerra estará perdida, el camino, trillado, y el vino, malogrado en su esencia, y será cuestión de tiempo que las raíces se nos pudran y nos quedemos resecos, mascullando recelos y amarguras.

Pero qué ardua tarea darse cuenta de dónde va el acento que brinda mejor sonoridad a nuestra vida... Qué trabajo de chinos revolverse el alma hasta encontrar la queja, la tecla del piano que, con su sonar hueco, estropea la melodía, el origen de la rabia.

Es mucho más cómodo quedarse quetecito, pues hurgar tiene eso: que puedes despertar a los fantasmas y como un mago inexperto, sacar una paloma donde tocara un conejo y de este modo perder el prestigio, la paz, la lozanía, o lo que sea que haya para perder. Claro que siempre puedes encontrar esa llave de tu felicidad, pero entonces, entonces, ¿qué hacer con ella? To be or not to be... this is the question.

Apuntes tomados en el avión que me traía de Cuba

Hablaré del dolor. El dolor tremendo que me causa dejar a los míos, cada vez que tengo que partir hacia tierras extranjeras. El dolor de no poder compartir con ellos las cosas cotidianas, los pequeños momentos de hastío o de ternura. El grandísimo dolor de irnos desapegando de los rituales que conforman la esencia del ser hasta volvernos ajenos a nosotros mismos. El dolor de tener que emigrar forzosamente porque una plaga de incompetentes se ha adueñado del país, privándonos de la ilusión de vivir decentemente y con alegría nuestras vidas.
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Pero también se hace necesario hablar del amor, porque sin el amor nada de esto sería posible. Él es quien hace tolerable la distancia, el vacío de la ausencia y el larguísimo tiempo que transcurre entre visita y visita a la familia. Él es eso que no se ve y que sin embargo permea las capas de la atmósfera, goteando sobre las cabezas y los recuerdos, para que todo permanezca intacto a lo largo de los años, para que los abrazos sigan siendo los mismos de siempre, cargados de afectos y emociones imperecederos. Es el que nos impele a hacer gestos heroicos, a construir catedrales, para que sus alturas nos recuerden el motivo de nuestra lucha, para despertar del letargo, del sinsentido cotidiano y percibir la luz del faro inconfundible de nuestro puerto.

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Mauricio

La vida nueva que asoma por entre sus dientes me sobrecoge. Es tan hermoso... tan inocente, que da gusto verlo moverse, libre en su torpeza, sabio, anárquico y vital. Toda la frescura del mundo cabe en su risa juguetona, y todo el asombro, en esos ojos que se encandilan al contacto con la luz.

Mauricio, nombre de guerrero, nunca imaginé estar pensando de este modo, con este grado de amor, en alguien tan pequeño de estatura. Mauricio, pedazo de mi alma recién colonizado por tu risa, belleza en fuga que no admite adulación ni ofrendas, amor sinceramente interesado que no logra ofender. No dejes de alumbrarnos.