miércoles, 24 de febrero de 2010

A propósito de la muerte de Orlando Zapata


Últimamente me había desentendido de Cuba y su política, hastiada de ver mezquindades e inescrupulosas pugnas por el poder al más puro estilo de las películas del oeste.
Pero hay acontecimientos como la muerte de Orlando Zapata Tamayo, que de tan injustos nos remueven las entrañas y nos hacen recuperar la perspectiva: no se puede permanecer indiferente cuando hay una realidad tan dura que clama por justicia. Y esa realidad se llama dictadura, atropello de los derechos humanos, tortura, asesinato y otras lacras que es necesario erradicar de una vez y por todas del mapa de la isla.
Orlando Zapata se ha convertido en un héroe. Su muerte es una bofetada al régimen moribundo y estoy segura de que actuará como un revulsivo para que el mundo se entere de las injusticias que pasan en Cuba y actúe en consecuencia, todos a una, para que hechos tan deleznables como éste no sigan quedando impunes.

sábado, 6 de febrero de 2010

Caritas

Todo parece indicar que las caritas se han puesto de moda en Cuba. No les basta con las de los cinco héroes*, presentes en todos los centros de trabajo y lugares públicos. Incluso centros turísticos como el lobby del hotel Cohíba tienen un espacio destinado para los nuevos "santos" cubanos, a los que por cierto yo haría un retoque con Photoshop para quitarles esos bigotones que ya no se usan más que en Cuba y en Afganistán, pero bueno ya sabemos que la moda nunca ha sido el punto fuerte de los compañeros del partido.
El caso es que arte cubano ha encontrado en la moda kistch de las caritas un nuevo filón para desarrollarse, y si no juzguen ustedes por sí mismos a partir de un pequeño ejemplo:

Fotos de los cinco espías presos en EEUU, tomadas de la web de la TV de Camagüey.

Histórica escultura del Ché Guevara en uno de los edificios de la Plaza de la Revolución.

Ahora además se le ha sumado esta réplica de Camilo, también en la Plaza.

Lo dicho, hasta en los lugares turísticos. Esta ultra kistch imagen del Ché recibe a los visitantes en el Bar de 3ª y 8, para que tengan una juerga patriótica.
* Los cinco héroes es como se le conoce en Cuba a los cinco agentes cubanos acusados de espionaje por el gobierno de EEUU, que cumplen condena por este motivo.

The house of the rising sun


Ese merengue amarillo que antes era la sede del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos es, desde hace un tiempecito, la casa de ALBA o Alternativa Bolivariana para la América. (Para ser la casa del ALBA es un poco amarilla, debería ser azul clarita, digo yo). Me llamó la atención por el color y porque en su librería encontré una gran variedad de libros, incluyendo libros infantiles, y lo fundamental: en pesos cubanos (hay que dar buena imagen a nuestros hermanos latinoamericanos, como ustedes saben).
Mirándola se me ocurrió una de esas ideas tontas que se me ocurren a mí, que la traducción de "Casa del alba" en inglés bien podría ser "House of the rising sun" como aquel blues popularizado por The Animals, que aquí les dejo. Disfruten de este pedazo de tema.

viernes, 5 de febrero de 2010

Mi entrevista a Frank Delgado

Durante mi pasada visita a Cuba tuve el inmenso placer de poder entrevistar a un gran cantautor cubano de quien soy una fiel seguidora desde hace un buen tiempo: Frank Delgado. Fue una entrevista extensa y muy interesante, fue, además, toda una experiencia para mí, pues esta larga charla me ha dado tema de reflexión durante todo un mes en el que me he preguntado, entre otras cosas, por qué los seres humanos aparcamos nuestras diferencias como práctica usual y nos ponemos en el lugar del otro para tratar de entenderlo. Con lo que mejorarían las relaciones humanas si esto fuera posible, con lo que aprenderíamos los unos de los otros. Yo, sin ir más lejos, antes de realizar esta entrevista tenía una visión estereotipada de la persona de Frank, pues solamente veía en él al juglar inteligente y simpático que hacía unas canciones que a mí me daban mucha risa, o que me hacían pensar, pero no conocía al hombre y al gran intelectual que también es, y no le conocía unas opiniones tan rotundas y sedimentadas sobre arte, sobre política. A pesar de que discrepo de algunos de sus puntos de vista, cosa que en ese momento no le manifesté puesto que preferí respetar sus criterios antes que crear una controversia, después de conocerlo personalmente creo que es un gran pensador, un gran artista y una buena persona, que es lo mejor. Y le agradezco el modo como me recibió en su casa sin complicaciones, sin exigencias, mostrando una transparencia y una claridad de quitarse el sombrero, y siendo generoso en grado sumo con su tiempo, mucho más cuando esa misma tarde tenía que actuar, cosa que no le importó.
Frank, si alguna vez lees esto, quiero que sepas que te admiro y que si una vez pensé que sería muy interesante conversar contigo, hoy pienso que ha valido la pena y que eres maravilloso. Gracias, muchas gracias por tus lecciones de humanidad. Un abrazo, Ivis.


martes, 2 de febrero de 2010

Fotografiar miserias


Era tan fácil caer en la tentación de fotografiar miserias... No había más que andar unos metros y apretar el obturador al azar para captar la piedra en carne viva, la acera reventada, el hueco peligroso, el excremento de perro secándose al sol. En el lugar menos pensado, una aglomeración surgía de la nada recordándole al viajero que Cuba además de ser "La isla de la siguaraya", es la isla de las colas. A la salida del centro comercial, un viejo pedía limosnas. Más allá, en la parada de la guagua, la gente miraba al horizonte con cara de preocupación y desánimo. Algunos se adelantaban y hacían señas desesperadas a los vetustos almendrones que pasaban descargando sobre los viandantes su humareda negra con olor a petróleo quemado. Yo, parada en la esquina sin saber qué hacer, a dónde ir en esa hora de la tarde en que los comercios ya han cerrado y los bares aún no han abierto. El viento polvoriento resecándome la piel y las mucosas, crispando mis cabellos, metiéndoseme en los ojos traicioneramente. Quizás por ese mismo viento, o por la sensación de que pronto caería la noche sumiéndonos en la oscuridad total, por esa tristeza que me embargaba al ver las ruinas de la ciudad amada, o por la sensación de estar pobremente vestida, o por todo eso a la vez, me sentía tremendamente sucia y desamparada. En esas circunstancias, pensaba, podría hacer las fotos más decadentes que jamás se hicieran sobre la Habana, las más miserables, las que no por obvias dejan indiferentes. Fotos rebuscadas y grotescas, cargadas de esa violencia que la ciudad transmite; fotos con cámara oculta en los sitiales del poder; fotos de robos, de injusticias, de infracciones, fotos-denuncia de casi todo lo que se mueve y respira aquel aire prestado y putrefacto. Pero no iba a ser justo, pensé, era demasiado fácil. Lo difícil era dejarlo pasar. Lo difícil era sobreponerse, acostumbrar la vista hasta lograr ver belleza entre las ruinas, acostarse en el malecón y quedarse dormida sin temor a que te caminase una cucaracha por arriba. Perdonarle la vida a la ciudad ingrata, pasar por alto los detalles escabrosos y recrearse en los planos generales, en las puestas de sol, que son tan recurrentes cuando el espíritu está desconcertado.

lunes, 1 de febrero de 2010

Hipótesis alternativa

Ya volví de Cuba, ¿ya volví de Cuba? Eso parece, pero aún en mi mente recorro las calles de la Habana, de esa Habana mía de posguerra, sucia e inhóspita y sin embargo encantadora.
Necesitaba acoplarme de nuevo al ritmo de la vida allí, a ese deambular sin prisa ni rumbo definido; al cafecito en la casa de la gente escuchando esas historias que corren de boca en boca como pólvora encendida y entretienen durante la larga espera de tiempos más felices que se resisten a llegar. Necesitaba -por más que sea un tópico- el calor de la familia, la alegría contagiosa de mis compatriotas, la carcajada sonora y los brazos abiertos al saludo efusivo y sin reservas. Buscaba una respuesta y para hallarla fue preciso adentrarme en un viaje espiritual, íntimo, profundo, hacia ese territorio desterrado de mis recuerdos, sabiendo que era ingenuo pretender revivir el pasado, y a pesar de eso, buscando desesperadamente abandonarme en ese cómodo lecho de hojas secas.
Por momentos -gracias al alcohol y a la música invariable- tuve la ilusión de que el tiempo se había detenido. El olor del salitre y el rugir de las olas en el malecón me sobrecogieron como antaño, y me sentí otra vez indefensa y cautiva, y miré al horizonte con angustia ¿era yo la que lloraba junto al mar? Quise ser la de antes, deseé con todas mis fuerzas no haber vivido tantas noches de ausencia y desconsuelo, pues calculé que entonces mi vida tenía un sentido, una esencia que se fue diluyendo año tras año en mis idas y venidas sobre el océano.
Pero era un espejismo y más allá de esos breves (extraordinarios) momentos de abandono todo a mi alrededor me demostraba cuánto había cambiado yo, ¿o eran las cosas que ya no se hallaban en su lugar? Cuando por fín pude ver con objetividad apareció ante mis ojos el verdadero orden de las cosas, un panorama desconcertante por demás: la vida subterránea de una nación congelada en su superficie, el dolor de unos seres obligados a crecer hacia adentro, condenados a cavar profundos fosos donde explayar el alma y enterrar sus anhelos y frustraciones. Y a pesar de todo, o por eso mismo, sonrientes, con la sonrisa del que no tiene nada que perder... No entendía, y sigo sin entender, los misteriosos mecanismos de esa maquinaria a todas luces imposible, sin más lógica ni fundamento que el miedo y la repetición, pero acepté su existencia sin dramatismos, como se acepta un catarro -al fín y al cabo viví tantos años dentro de ese caos que adaptarme de nuevo (más sabiendo que era por unos días) fue cosa sencilla- el objetivo que tenía en mente bien valía el sacrificio. Y ese objetivo no era otro que intentar mirar con los ojos del corazón lo que se me escapaba a simple vista, los pequeños matices cotidianos que tiñen de alegría o de tristeza la vida del cubano más sencillo, la razón de su alegría contagiosa a pesar de los pesares y también, por qué no, alguna explicación plausible para su inveterado inmovilismo.
Curiosamente en mis casi nueve años de emigrada nunca había logrado un acercamiento tan franco al problema cubano, y esto es así porque nunca antes me había dejado llevar por las circunstancias, aparcando miedos y prejuicios y enfrentándome a las situaciones con la buena voluntad por escudo y el amor por bandera. Sabiendo como nunca que "no la teme quien no la debe", pero sin caer en heroísmos gratuitos, pues se trataba de un viaje familiar.
Así, con la mochila llena de amor y comprensión, y mirando las cosas con lupa, pude tomarle el pulso a la realidad cubana de un modo más directo y realista, y de este modo descubrir que no todo es lo que parece en la Cuba de hoy, que muchas cosas han cambiado desde que yo me fui, algunas para bien, otras muchas para mal, pero han cambiado, y que actualmente hay en la sociedad isleña un abanico de estilos de vida mucho más variado que el que yo dejé atrás, y que eso es maravilloso, pues esa diversidad (ahora apenas perceptible) es la semilla de una apertura hacia una sociedad más plural, rica y tolerante, y extrapolando esta hipótesis podría aventurarme a decir que en otros aspectos de la sociedad nada es lo que parece a simple vista y que los pensamientos están más abiertos hoy que nunca, pero esto es sólo una hipótesis y este post ya me va quedando un poco largo. Continuaré más tarde con esta y otras ideas.