¿Creen en los ángeles? Yo no creía hasta hoy, por eso cuando me quedé varada en la calle, la rueda ponchada hasta la llanta y ví a aquel señor de pelo blanco que salió de la nada (de la cafetería de enfrente) y me vino a socorrer tan diligentemente, no supe cómo reaccionar.
Como si no bastara con dar las gracias -tan prostituida está la palabrita- me vi en la obligación de pagarle lo que estaba consumiendo pues me parecía que lo contrario era una descortesía, casi una desfachatez. Y fue todo uno salir del bar y darme cuenta de la torpeza de aquella acción y de todos los valores que acababa de tirar por tierra. Mi mente ya no concibe la solidaridad, mi esquema se va volviendo capitalista y ya no deja lugar a la sorpresa, a la poesía. Estoy retrocediendo a pasos agigantados, y lo peor es que este proceso de "civilización" deja secuelas irreversibles sino en uno, al menos en los demás. Como ya he empezado a notar.
4 comentarios:
Ivis..la sola accion de aborrecer lo que hicistes al instante muestra que no todo esta perdido. Es la adaptacion al medio lo que provoca esas reacciones y constatar el error es la prueba de que aun dentro de la voragine sabes que es lo correcto. No te castigues de esa manera que no es justo
saludotes desde Texas
Es cierto, querido, ayer estaba un poco melodramática, pero hoy me siento mucho mejor y más optimista. Ay, qué ganas de amargarme la vida por gusto...
Un abrazo.
Tampoco veo nada negativo en pagarle la consumición. Es un detalle. Otra cosa sería ofrecerle un billete, eso sí sería ofensivo.
por otro lado, él no debería haber aceptado, yo salvé un gato, me sacaron 40 dólares y se los rechacé iso facto (tampoco me insistieron)
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