martes, 10 de noviembre de 2009

De escritores desconocidos II

La historias se repiten en la vida de un modo caprichoso. Yo vengo de una familia de gente campechana, que se quita lo suyo para dárselo a los demás. Hablo de mi padre y mi madre, que cada uno por su lado bien podrían montar una ONG. No es extraño, por tanto, que el peso de su ejemplo me haya caído encima como una piedra (en ocasiones lo he sentido así, sobre todo cuando no entendía la importancia de ayudar) y que de vez en cuando aporte mi granito de arena para hacerle la vida más agradable a quienes me rodean. No es que sea la Madre Teresa de Calcuta, aclaro, pero me gusta ayudar a las personas a conseguir sus metas, mucho más si está a mi alcance.
Creo que la solidaridad es una fuerza tan poderosa que por sí sola podría regir el mundo. Mi experiencia personal me ha llevado a encontrar por doquier a gente que funciona según esta dinámica de intercambio, de amor, de amistad, que son los valores que quedan cuando todo se derrumba alrededor, como pasa ahora que todo está patas arriba con esta maldita crisis. Y sin embargo el amor sigue en pie, los valores de la familia, de la amistad siguen en pie y son casi los únicos en los cuales podemos confiar, porque son los auténticos. Todo lo demás es impostado y prescindible.
El mundo es un lugar más confortable cuando alguien te tiende una mano en el momento oportuno, sobre todo si no intenta cobrártelo a la primera de cambio. Pero no hay que olvidar que como dice el refrán "es de bien nacidos ser agradecidos", por ello yo discrepo de los que dicen que no hace falta agradecer a la persona que nos benefició si hacemos el bien a otra. Esta idea me parece hoy por hoy algo acomodaticia, yo prefiero que me reconozcan y reconocer a su vez, lo otro es filosofía budista o simplemente dejadez. Y lo dice una que tarde se ha dado cuenta de la necesidad de ser consecuentes, pues antes he dejado embarcado a todo un pueblo.
Pero bueno, como somos humanos, lo cual implica que somos torpes y tropezamos no dos sino más veces con la misma piedra, y existe eso que se llama el arrepentimiento y el perdón y la segunda oportunidad, terminamos aceptando pulpo como animal de compañía, somos tolerantes a la hora de juzgarnos (menos mal, ya que somos tan imperfectos) y nos permitimos intentarlo de nuevo, aunque no hay que olvidar que el daño queda. Eso no hay que olvidarlo.
Dicho esto voy a lo que iba, que como siempre me pasa, me he ido por las ramas.
Recientemente, el destino me ha puesto en el camino a una persona, para que yo la ayude del modo como no pude ayudar a mi vecino Fito. Sé bien que no necesariamente ha de haber una relación entre estos dos fenómenos, pero a mí se me antojó (vaya idea peregrina) que sería una buena manera de resarcirme, y también de aprender. Cuando una amiga me habló del caso de Catalina, una señora de 84 años que buscaba a alguien para pasar sus memorias al ordenador y editarlas, no me lo pensé dos veces y fui a su encuentro. No sabía ni cuánto pagaba, pero no me importó. El simple hecho de poder acceder a esta fuente de experiencias me bastaba para sentirme recompensada, y de paso la ayudaba, o sea, un negocio redondo.
Pero sucede que lo que comenzó como un divertimento ha cobrado vida propia y el libro de la vida de Catalina me está haciendo reflexionar sobre mi propia vida, aclarar mis dudas, ponerme frente a mis fantasmas. Como si de un alter ego se tratase, la historia de esta señora de 82 años que se llama igual que mi abuela me recuerda mi propia historia. Salvando diferencias -que las hay y muchas- hay en sus páginas una angustia vital, una inquietud, una pasión, que nos identifican y que me llevan a pensar que nada es casualidad, que todo está conectado, y que tengo razón al darle importancia a estos pequeños detalles.
La señora Catalina se ha revelado como una hábil narradora, además de una escritora prolífica con una vida más que interesante. En ese aspecto la encomienda está cumpliendo su objetivo, sobre todo porque entre col y col ya me ha pasado dos novelas suyas que he devorado con verdadero placer. Su estilo no es el que más me gusta pues es algo barroco y por momentos cursi, pero sus vivencias son intensas y su frescura también lo es. Este descubrimiento me ha llevado a preguntarme cómo es que existen tantos escritores desconocidos. ¿Acaso cada uno de nosotros duerme con un manuscrito debajo de la almohada? De lo que no me cabe duda es de que cualquier hijo de vecino, si quisiera, podría contar su vida, y en cada vida podríamos encontrar algo interesante.
Le pediré a Catalina que me deje publicar algo suyo en el blog. Hay pasajes de gran belleza.

3 comentarios:

Luis dijo...

Ivis, gracias por el post, en relacion a la primera parte te comento, que definitivamente creo que uno debe ayudar al proximo, en eso creo que se basa la existencia humana y que debe ayudar sin esperar nada a cambio, claro, que es muy reconfortante que te den las gracias, pero sino, tambien, se debe ayudar. Creo mucho en la frase que dice que lo que va viene.

Unknown dijo...

Yo pienso que uno tiene que tener la iniciativa de ayudar al prójimo. Ser el primero en tender la mano solidaria. Una vez que lo hagas, los agradecidos sabrán agradecer y tener, sin obligatoriedad, al menos un gesto reciproco. Pero los hay "muy mal agradecidos", que creen que lo merecen todo y que no tienen siquiera que dar las debidas gracias. Vaya, esos que no tienen normas de urbanidad ni de buena vencindad. Ni de educación !

Hay un famoso y viejo refrán que dice "que no debes escupir la mano a quien te da que comer". No todos lo hacen. A mí me han la escupido, no una, sino decenas de veces.... y hasta me la han querido arrancar. Hay de todo !

Eso sí, al que me sale ingrato y malagradecido, no le doy dos oportunidades. Con una basta! Y al que lo agradece, ya tiene mi lealtad y mi sincera amistad de por vida. Al que me hace un favor, nunca se lo termino de pagar: estoy en deuda para toda la vida. Lo aprendí de mi abuelo, que era el ser mas generoso que he conocido en mi vida. Siempre decia "que el agradecimento debe ser aterno a quien te ayuda en las malas o a quien te da que comer"

A mis 53 años, todavía tengo buenas y malas experiencias. Ese arte de separar las papas sanas y las podridas, nunca acaba.
Pero repito, hay que tener siempre la iniciativa de ser el primero en ayudar y tender la mano al necesitado.

Aguaya dijo...

Niña! qué sorpresa ver tantos posts! qué bueno! (hace rato no pasaba y mira tú, no has perdido fuerza ninguna).
Qué privilegio lo que haces con Catalina!
Cómo es? ella te dicta? o ya tienes los manuscritos?
Besos desde Berlín!