Y es cierto que jugué un poco a enfadarla, a ver qué iba a decir, porque ella siempre dice (por teléfono, por escrito) y yo obedezco a todo lo que ella dice, porque a las madres hay que hacerles caso, aunque parezcan caprichosas, aunque estén tan lejos que ya no puedan verificar si se cumplieron sus designios. Porque madre hay una sola.
Esta es la mía, y mi abuela materna, Catalina. ¡Como sabe la viejita esa! Un día les hablaré de ella, es un poema.
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