De viaje por París

Perdonen ustedes, he estado viajando en estos días. A París, nada menos.

¿Con la crisis? Qué va, si me salió barato, viajé con la imaginación. Me ayudaron las fotos de un pariente mío que se pasó 48 horas en La ciudad luz antes de aterrizar en Mallorca. Esas fotos erráticas, de turista recién llegado que no sabe a qué disparar más allá de la torre Eiffel, me hicieron soñar con los ojos abiertos sobre cómo sería perderme por un tiempo en una ciudad como ésta, llena de leyendas y de romanticismo.

Se viaja cuando se puede, y sobre todo, cuando se quiere, y yo he querido hacerlo durante estos días. Lo he hecho despierta, dormida, mirando las fotos, y sobre todo cuando he dejado de verlas, a través de esos paisajes que curiosamente se me quedaron grabados en la retina.

Aún no he estado en París pero siento la necesidad de hacerlo, se me antoja crucial para mi educación sentimental. Sería delicioso vivir una aventura en París, (aunque fuera una sana, de esas que consisten apenas en la complicidad de una mirada, en el rubor que produce compartir un momento que se sabe único, especial. Algo como tomarse un café en el Flore, donde dicen que iba Cortázar, e imaginarse a La Maga saliendo de un rincón con su delgadez de trashumante, imaginarse que por un azar se encontraría con Horacio en cualquier esquina, "preciso, seguro azar" frase que conozco gracias a Antonio Saura, mi preciso, seguro compañero de reflexiones, casi todas pesimistas, alrededor de una taza de café que no nos dice el futuro por más que le preguntamos ¿hay sitio para nosotros en esta pequeña ciudad? No hay respuesta.

Algunos me reprochan mi pesimismo. El que me haya vuelto algo desaliñada a pesar de mi anterior predisposición a ser florero. Pues entérense: he visto el lado feo de este mundo y ya no hay modo de ponerme una venda en los ojitos. Estoy malhumorada y prefiero que se me pase a ser ave de mal agüero. No me doy al alcohol porque no es cosa de perder los reflejos, pero eso no significa que digiera fácilmente el disgusto de ir en esta nave sin timonel.

Perdonen que haya salido un momento de mi sueño, yo estaba en París e iba al encuentro de la Maga y ella estaba desconsolada porque había perdido a Rocamadour, y yo le decía que estábamos igual porque yo había perdido mi inocencia, pero que no llorase más porque me partía el alma verla en ese estado, y además hacía un frío que pelaba. E íbamos las dos a recorrer la orilla derecha del Sena. Era tan bonito todo...

Paris