lunes, 28 de enero de 2008

Me hablan los objetos

Había dicho hace aquí unas pocas páginas que ahora mi mundo son los objetos, lo que ellos representan, conceptualmente, para un estilo de vida que se basa en su posesión.
Yo, como muchos de ustedes, antes sentía un total desprecio por lo material, nos habían inculcado que era malo sentir aprecio por todo lo que no fueran los ideales, como si de una secta budista se tratase y no de un país. Nunca olvidaré las anécdotas de mi padre, que me contaba que en los 70 solamente tenía un par de zapatos, sus botas cañeras, y que con eso iba a todas partes, incluyendo a los guateques de su juventud. Y no pasaba nada, pero digo yo: ¿qué daño le hubiera hecho tener otros pares de zapatos para escoger? Misterios de la ideología marxista.
Pero he aquí que una servidora, renegada de una idelogía que llegué a aprender tan bien como mi propio nombre, anda cual espía insertada en la meca del consumismo, propagando patrones de conducta que no quiere para sí, sirviendo estereotipos en bandeja de plata con una mano mientras con la otra se tapa la nariz. Ya sé que no es legal, pero hay que comer, ¿saben?
Y sin embargo cada vez me asombro más al descubrir que en el fondo no son tan feos esos vestidos, que a mi espalda castigada le vendría de perlas un masaje y un día en un spa, que no me disgustaría recorrer medio mundo en un crucero. El diablo tienta, dicen.
Hoy me ví escribiendo sobre un antiguo teatro reconvertido en tienda y casi lloro de pensar en los secretos que tendría guardado ese lugar en sus rincones, floja que soy. Y me entusiasmé pensando que aunque ya no sería más teatro, al fin y al cabo iba a continuar haciendo soñar a la gente con sus objetos, ilusionando y haciendo felices a algunas personas que por un rato se olvidarían de sus problemas mientras recorren sus estanterías o se toman un café en su bar, sintiéndose elegantes y ¿por qué no? felices, diferentes de los que arrastran los pies por las calles húmedas de esta ciudad invernal.
Quizás me estoy ablandando con los años, o volviéndome igual que ellos, conservadora, pero a día de hoy creo que aunque es cierto que los objetos no traen la felicidad, estos están tan íntimamente asociados a las personas y a sus vivencias que deberían tener un lugar más importante en nuestra escala de valores. Yo por ejemplo, ya no concibo la vida sin mi café con leche de por la mañana, sin mi ducha caliente, alguna crema, perfume, mi música, mi ordenador (aunque en el futuro quizás reconsidere esto último, porque no es justo que sea él quien me domine a mí y no yo a él), y muchos otros detalles que me hacen más complicada, no más una hoja ligera que puede ir y venir con un morral bajo el brazo. Necesito mis libros, por ejemplo, y no sé qué me haría si me fuera a meditar a un monasterio, como a veces he deseado, y me impidieran llevarme algunas cosas.
Creo que esto, en mayor o menor medida, nos pasa a todos, y por esto me pregunto: ¿quién fue el bárbaro que dijo que las cosas materiales eran malas? ¿Quién dijo que había que renunciar a la historia, olvidar el peso de los siglos, para llegar a ser mejores? Mal rayo lo parta. De no haberlo conocido me habría evitado más de un conflicto ideológico, incluyendo la cara de pocos amigos con que me mira mi jefe cuando ve que no me motiva mi trabajo.

15 comentarios:

Betty dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Betty dijo...

Pero vamos, Ivis… a golpe de leer tus textos sentidos te aprecio y por eso permíteme que te objete el tono renegado que percibo en tu post de hoy. Lo primero que tengo que claro es que la felicidad de la gente no depende necesariamente de la posesión de cosas ya sean tangibles o intangibles, pero tampoco de su carencia. Si fuese así, no tropezaríamos cada día en las crónicas con gente profundamente deprimida, a pesar de tener esas necesidades cubiertas hasta muy arriba en la pirámide de Maslow. Tampoco esa anti-devoción por las cosas materiales es exclusiva de los enfoques ideológicos “nuestros”, ya ves como el propio catolicismo promueve la vida austera con aquello de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos..." Y es difícil encontrar un lugar con más riqueza concentrada que el vaticano (con todo respeto y solo a modo de ejemplo, sin aspirar a polemizar). Es más, no creo que la idea marxista misma trajera implícito ese malsano y dogmático desprecio por los bienes materiales que hacen progresar la vida, incluso el objetivo principal parecía ser –precisamente- el de crear un nivel de riqueza tal que cubriera las necesidades de toda la gente. Otra cosa es el experimento que se lleva a cabo bajo esa ideología, y la viabilidad misma de esa idea. Está demostrado que, para pensar siquiera en alguna ideología, el hombre tiene que tener garantizado un techo, comida y ropa suficiente para él y para su familia. De ahí sale todo. ¿Cómo entonces menospreciar las cosas que nos permiten vivir mejor, sosteniblemente? Te digo sinceramente que en esos años 70, de tus padres y también ahora en el siglo 21, en todas partes, en Cuba y aquí y donde sea, las cosas materiales son importantes. Otra cosa es volverte esclavo de las marcas, devoto de lo superfluo (quizás sea de agradecer a los casi 40 años vividos en Cuba) saber apreciar el bienestar de un simple menú, una prenda funcional, cosas que son buenas incluso viniendo de marcas “blancas”. Otra cosa es tengas lo publicitario como oficio, en ese caso es sólo eso: trabajo, aunque no resulte muy gratificante…o sí, hacerlo bien puede ser estimulante, independientemente del mensaje. A mis hijos trasmito el mismo enfoque pragmático de las cosas, no escatimo en salud, en libros para mi ocio, en su instrucción, pero no soy esclava de la apariencia ni de las marcas como muchos padres con que tropiezo. Y cuando mi hipoteca, las remesas a la habana, y el IPC me lo permitan, como no, daré mi viajecito por ahí y sin que se desgaste por ello un ápice de mi integridad…En fin, Ivis que no tienes que matraquearte amiga con el mundo de las cosas, la felicidad es algo dinámico y tremendamente relativo que tiene que ver con el sentido del logro, con lo que queremos y lo que logramos. Eduard Punset ha escrito interesantes apuntes sobre esto, cómo la felicidad asociada a la posesión de cosas termina cuando lo logras y es más duradera cuando se asocia a la pertenencia a un grupo, al compromiso con los demás, por ejemplo…Te lo recomiendo. Mañana cumplo 44 eneros y me he cogido un par de días libres, así que he tenido tiempo de descargarte esta, mi muela impenitente…Olvídate de ese conflicto con los objetos, Ivis es totalmente infundado. Sigue creando riqueza y sigue potenciando tu red de amigos que eso es una de las cosas que nos hace felices al final de la historia. Y como dicen en esta tierra…vive intensamente, que son dos días!

Ivis dijo...

Betty, tienes toda la razón, querida, lo de hoy fue una perreta en toda ley. Estoy que llevo unos días de truco, pero lo mejor es darse cuenta. También tengo que decir que este post lo hice en el trabajo a hurtadillas, y eso no es plan.
Déjame que rectifique: ni estoy peleada con los objetos (que es lo que quería decir en realidad, hablar de lo importantes que son en nuestra historia), ni quiero quejarme de nada. Disculpa más bien por mi sermón destemplado.
Y muchas felicidades, amiga. Que cumplas muchísimos más.
Nada, que hoy le tocó el día a la muela bizca, pero intentaré arreglarlo de alguna manera.

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

saludos Ivis y betty.

Que buen post este. ah, me he sentido así una pila de veces. Culpable por tener cosas, por darme algún que otro lujo. -¿Culpa de qué?- diría la rata antisocial de aquellos muñequitos... Lo del teatro y la tienda esta empingao, es como un péndulo que nos lleva y trae... lo malo es que en el medio se nos va la vida, llena de pequeñas preocupaciones diarias que nos entretienen los sueños. De todas formas vivir es rico IBiZ,
Un abrazo compadra. ;) t.

Güicho dijo...

Spa, Ivita, spa.

Los bienes y el consumo son el motor del progreso. Mientras no hubo eso, los filósofos habitaban barriles o conventos, y no habían vacunas ni pavimentos.

Desde luego, cuando los primitivos consumen, desbordan de mal gusto. Prototipo extremo: el rapero americano o el nuevo rico ruso. Pero podemos cohabitar con eso.

Aguaya dijo...

También me ha pasado lo mismo... y a veces me doy autoterapia con algo de lo que escribe Betty (Betty, hoy es tu cumplean~os?! felicidades!!).

Al principio de haber llegado, más aun. Ahora soy más pragmática y realista, y me alegro de poder "consumir" cosas materiales y espirituales pues siento que vivo.

Anónimo dijo...

Prima Ivis,
Como sabes recien regrese de mi viaje a Cuba despues de haber estado separado de la isla por trece años. Sabes?, alla TODOS estan enfrazcados en la busqueda de lo material cueste lo que cueste, lo que me dice que el proyecto socialista, fue solo el intento de "crear" mutantes faciles de manipular con una sarta de ideales macabros, tales como el del HOMBRE NUEVO, etc, etc, blah, blah, blah.
Lo material hace falta, pues es la unica forma de satisfacer nuestro ego, para asi dar paso al camino de la busqueda espiritual e intelectual. Lo que llaman el Yin y el Yan.
Te amo, tu primo.

Queseto dijo...

¿te hablan los objetos, mami? Tienes que hacértelo mirar... jeje (:-))

A Cuban In London dijo...

Muy bueno tu comentario, ivis, porque ese fue un aspecto de nuestra personalidad que el gobierno de la isla trato de suprimir. El resultado? El cubano y cubana que se va cae mucho mas rapido en el consumerismo porque no tiene mecanismo de defensa. Esta carencia lo lleva a una vida dependiente del credito y recuerden lo que le paso a la muchacha de "Rosas a Credito". Yo pase por lo mismo que tu y todavia batallo conmigo mismo, pero tengo una familia y tengo que pensar en ellos antes de pensar en mi. Muchas gracias por tu sinceridad.

Saludos desde Londres.

Ivis dijo...

Mi gente, son geniales, con ustedes no hay bobería que valga.
Muchas gracias por sus comentarios que paso a contestar ipso facto.
Generation, eres un observador, te has detenido en lo único que valía la pena de toda la cantaleta esta: el teatro viejo. Esa es una historia que ya les haré.
Güicho, tú con tus ironías me haces reír siempre. Es verdad, el mal gusto es un capítulo aparte dentro del consumismo, pero un capítulo tan extenso que se me ocurre que podríamos organizar un concurso de chealdades. Gracias socio, su presencia es siempre agradecida.
Aguaya y Cuban, si vieran el estira y encoje que formaba yo al principio en las tiendas... Era una contradicción en dos patas: no quería consumir pero me compraba todo lo que podía, y lo que no podía permitirme. El síndrome de pegarme a los cristales también me cogió. Cuando llegué cada vez que veía una tienda decía: "¡mira, una tienda!", y mi novio me decía, "sí, esto está lleno de tiendas, hay muchas". Era un desastre. Ah, pero que no me dijeran consumista, que me ofendía.
Primo, gracias por ese punto de vista tan interesante, eres un sol, yo también te quiero.
Y por último, "queseto", no he podido parar de reírme desde que leí tu comentario. ¡Apretaste!

Betty dijo...

Hola y gracias! No me he pasado hoy porque (fiel a mi trova "consumista" o mejor, consumidora, je,je) cogí temprano para la Sierra a desconectar un poco el estrés de entrar en los cuácara-con-cuácara. No era el mejor día, martes, mi esposo estaba complicado con la pincha, mi hijo mayor tenía exámen en la universidad, pero así y todo me cogí el día libre y subí en tren para la Sierra con la peque Susana, un día estelar! Y mañana de vuelta al curro, que no hay mas ná...Ya te veo otra vez en buen mood;-)

Una dijo...

Está bien cuestionarselo todo,dudar y replantear continuamente el modo de vida,independientemente si provienes de una país comunista o capitalista. Los objetos no son ni malos ni buenos, son como todo, son lo que hagamos las personas con ellos,de ellos.
Yo soy de una generación (tengo 52 años) que en España vivió la tesitura que estás viviendo tú,de no tener oportunidades a tenerlas,de no tener más que lo imprescindible a poder vivir mejor y ni me he hecho esclava de marcas,ni de objetos,ni del dinero, todo radica en que son medios para vivir más comodamente,son un medio,no un fin en sí mismos. Lo importante siempre son las personas,el fin de la vida es que todos tengamos nuestros derechos como humanos en todas las partes del mundo ,sean cuales sean sus ideales políticos.
Pero sigue con tus reflexiones, nos sirven a todos.

General Electric dijo...

queridisima Cubani

a mi me pasa lo mismo, pero al revés. Durante mucho tiempo pensé que los únicos que de verdad importaban eran mis hermanos (la hermana plancha, la cerveza de botella, los zapatos de tacón alto, mi primo el queso suizo...) Recién estoy descubriendo que los seres humanos también pueden ser interesantes.

Quien sabe y nos encontramos los dos a mitad de ese recorrido: de la materia al espíritu y de regreso nuevamente…

Mar dijo...

Pues a mí el post me ha gustado mucho, está muy bien escrito, muy bien estructurado y perfectamente razonado.
De todas maneras, nunca los extremos fueron buenos, es decir, ni un sólo par de zapatos, ni la colección de Imelda Marcos...
Un biquiño cubanita!!!

Ivis dijo...

Hola, Amiga incierta, tienes razón en lo que dices, los objetos son un medio y son tan especiales como queramos que sean.
Muchas gracias por visitarme. Un saludo caluroso.
General, estabas desaparecido en combate. Si a tí te gustan las personas a mí me gustas tú, guapísimo, como dicen aquí. ¡Tú sí que eres guapo!
Ahora ya en serio, creo que en nombre de nuestra raza puedo decir que somos imperfectos pero que vale la pena conocernos.
¡Amiga, tú también estás perdida!
Un besote grande para tí. ¿Quién es Imelda Marcos?