lunes, 14 de abril de 2008

Las tetas de mi tía

Bueno, creo que ya voy a volver de Cuba, al menos temporalmente, hay que vivir el presente. ¿No? Eso dicen.
Últimamente debo estar a punto de sufrir una catástrofe: perder el trabajo, tener un accidente, un conflicto amoroso... Todo me va tan bien que desconfío.
No lo puedo evitar, soy catastrofista, una sufridora vocacional. Apenas la suerte me sonríe ya me contraigo esperando el golpe divino, la moraleja. Es que a mí me dijeron que vinimos a esta vida a sufrir. Y además me educaron en la culpa. ¿Qué quién tiene la culpa de mi educación? Alguien, pero culpa hay.
Bueno, ya sé que lo anterior, ese discurso de perdedora, no es un discurso demasiado ortodoxo ni que ayude a salir adelante. Pero, ¿quién dijo que yo quería ser una triunfadora? Los triunfadores me dan asco, esos insulsos y sonrientes seres con cabello engominado, si son hombres, y melena larga con mechas rubias, si son mujeres; esos cuerpos resecos y bronceados de solarium que invaden las revistas, me inspiran lástima o, al menos, desconfianza.
Bueno, pobrecitos, no me voy a meter con los triunfitos, que para eso fueron educados, y están luchando, (que quizás es el secreto). No sé por qué la emprendo contra ellos si en realidad quería decir lo mío y ya. Y aclaro que no tengo nada contra el ejercicio físico ni el peróxido de hidrógeno. Sólo quería decir que no me gusta el estereotipo de triunfador que se impone en la sociedad occidental.
Y pasar a otro tema.
Otro tema, hay tantos temas por contar. Basta abrir la caja de Pandora y ya no va a haber para cuando acabar.
Dice Zuza, mi compañera de trabajo, que mis cuentos son como para escribirlos. No es que yo haya vivido tanto, es que le he puesto oído a los cuentos que le pasan a la gente y hay cada cosa, como dicen por ahí: la realidad supera a la ficción.
Como el cuento de mi tía Milagritos, que tenía las tetas muy grandes y se las quería operar. "¡Yo no puedo más, doctor!", le dijo al médico. Entonces el médico le preguntó que si pensaba tener más hijos, ella le dijo que no sabía, que ya tenía uno pero quién sabe. Y el doctor la intentó convencer de no hacerse la cirugía todavía porque decía que cuando tuviera hijos podía echársele a perder, cosa lógica por demás. Pero mi tía, que ya estaba cansada de sus tetas, que sabe Dios cuánto le pesarían, no escuchaba razón, y en un momento, cuando vió que se alargaba mucho el tema, se sacó las tetas encima de la mesa y le dijo: ¡doctor, mire, yo quiero operarme! Y el doctor, ante tamañas pruebas, tuvo que acceder.
Y así fue como mi tía Milagritos se operó de las tetas.
Me voy a dormir, que sino sí que me echarán del curro.

2 comentarios:

Yo soy Medea dijo...

Pues en esas mismas filipicas existenciales ando yo. :a culpa?, la educacion judeo-cristiana que nos viene de herencia, asi que no estamos solas... los indios por ejemplo tienen otro fundamento existencial por eso no veras culpa en ninguno de ellos. A decir verdad eso de la culpa nos atrasa y roba tiempo cantidad. ! Candelka a la culpa!

Anónimo dijo...

Me agrada tu filosofía de vida... debes hablar hasta por los codos... y recrear... contar desde tu perspectiva la coas vividas por ti y por otros... la palabra como mecanismo que devuelve al mundo, previo proceso de digestión, la interpretación de lo vivido...