He dejado aparcada por un rato la escritura de este post pues tenía cosas que hacer, pero ahora, y antes de volver a centrarme en París, quiero aclarar que sinceramente aprecio el esfuerzo que han hecho Juanes y el resto de los artistas para llevar este concierto en vivo a la gente de Cuba. Fue un concierto muy bonito y yo les doy las gracias en nombre de mi pueblo por su acto de buena voluntad, mucho más después de saber los apuros que pasaron y de ver en sus caras reflejada la emoción del momento de esa entrega. Aunque no dijeran mucho fuera del guión, quiero creer que sus gestos discretos se transformarán en olas al ser recogidos por un auditorio tan receptivo y ávido de esperanza como el cubano. Y con esta esperanza debemos quedarnos, pues fue un acto hermoso, de amor, de entrega, que debemos agradecer y honrar. No obstante sí creo que hay muchos oportunistas que se aprovechan de cualquier iniciativa para apropiársela o para desprestigiarla, y a esos me refería. La gente está tan falta de ideas originales que dedica su tiempo a criticar a los otros, o a auparlos. La gente siempre necesita de buenos a los que adorar y malos a los que criticar y desprestigiar, y yo digo que se metan un poco más en sus asuntos, o que sean felices consigo mismos, que es tan difícil. Pero bueno, ése es "su maletín".
Ya está, no más solar, ahora hablaré de mi viaje a París. Oh la la!
Además del hallazgo de la amabilidad de la gente (siempre me habían dicho que los parisinos eran odiosos, y en cambio los encontré solícitos, y muy, muy elegantes), lo más mágico de mi viaje fue la sorpresa -que aún no acabo de creer sea tal- de encontrarme a mi buena amiga Yadinet parada en una esquina apenas llegar. Como si me hubiera estado esperando en una esquina cualquiera de La Habana, donde solíamos darnos cita para ir al cine o al teatro. Llegar a ese cruce y mirar hacia atrás fue un acto reflejo, y allí estaba ella, como La Maga, por obra de un azar caprichoso -tenía que haber tomado un tren hacia el sur el día anterior y lo había perdido- y yo, que justo ese día había pensado en ella, me quedé de piedra. Las calles de París deben tener algún secreto que hacen que la gente se encuentre, no me explico sino cómo Horacio encontraba siempre a La Maga en su deambular. Yo encontré a mi amiga y fue una alegría tan grande que no los lo podíamos creer. Hacía ocho años y medio que no nos veíamos, y sin embargo ese mismo día había pensado en ella pues suyas fueron las primeras fotos que ví de esa ciudad. Un amigo común me había dicho que se había venido a probar suerte aquí en España, de hecho habíamos hablado, y resulta cuanto menos curioso que justo una semana antes decidiera regresar a Francia, justo para que yo me la encontrara.
Luego les sigo contando de París, ahora me caigo de sueño, entre tanto les dejo una foto que nos hicimos en el momento en que nos encontramos mi chico, Yadi, que es como le decimos cariñosamente, y yo.
También les dejo con este fragmento de "Rayuela", que habla del azar de los encuentros, yo lo he experimentado varias veces y estoy convencida de que el azar no existe.
"¿Encontraría a la maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. "
2 comentarios:
Ahora ya sabes, Ivis... ¡siempre nos quedará París!
Pues sí, Queseto, siempre nos quedará París. Es una verdadera joya. Un abrazo, mi santa.
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