miércoles, 1 de agosto de 2007

Ayudar al que ayuda

Últimamente escucho a mi alrededor sólo lamentos, quejas, problemas... No sé por qué todas las quejas me llegan a mí.
Ni que fuera maestra.
No corren tiempos buenos para la alegría, hay que defenderla, como decía Benedetti en ese hermoso poema. "Defender la alegría como una trinchera".
Parte de esos problemas son reales, las enfermedades, los imponderables, pero hay otros que no son más que el resultado de actitudes erróneas de las personas ante la vida.
Como sea, esos problemas cuando llegan a mí, me afectan.
Cómo recuerdo ahora esa frase que mi primo Manolito, un hombre muy sabio, escribió detrás de la puerta de su casa, algo que en su momento me pareció un poco antipático de su parte, pero que ahora entiendo en toda su dimensión.
Decía la frase: "el que abre demasiado la puerta busca su ruina", y claro, a mí la frase me parecía en aquel momento como una invitación amable a retirarme.
Supongo que en realidad sí lo era para los tantos que visitábamos la casa de mi tía, una mujer encantadora con un gran carisma y una excelente mano para cocinar.

No entendía entonces que la puerta a que se refería ese cartel no era una puerta física, ni siquiera aquella donde estaba colgado.
Era la puerta que a mí se me ha quedado abierta.
Y aquí me surge una duda:
¿Quién es mejor persona? ¿El piadoso o el egoísta?
¿El sincero que no ayuda cuando no puede o el que se hace el harakiri?
Yo simplemente estoy cansada, no tengo energías para sostener los problemas ajenos. Sobre todo cuando los míos no están resueltos.

Es lo que tiene la emigración.

Una vez me comentaron una frase que decía lo siguiente: "los inmigrantes son como los sapos: tímidos, apocados y casi siempre traen problemas". También me escandalicé en ese momento, ¿cómo así que me comparaban con un sapo? Yo soy inmigrante, y tengo que admitir que en un tiempo atrás fui tímida y me sentía apocada, fuera de mi piel, algo que suele pasar en los inicios.
Lo de traer problemas, bueno, no lo sé, quizás a mi novio, que tuvo que aguantarme en esa época en que era un lagrimal con patas.
Luego empecé a ceder, e incluso llegué a reírme de la frase. Así que tímidos, apocados, y casi siempre traen problemas. Bueno, tiene su gracia ¿no?
Hoy me viene a la mente a cada rato, como una ironía.

"No soy un paño de lágrimas", voy a tatuármelo en la frente a ver si merman las quejas.

Lo malo de todo esto es que sospecho que no es nada personal, la cosa está realmente mala, lo mires como lo mires.
Es la triste realidad del inmigrante, y si no reniegas de tus raíces, si no te vuelves insensible, esto que ves a tu alrededor en algún momento te afecta, porque todos buscan y pocos encuentran un trabajo digno, una oportunidad.

Ahora soy yo la que se queja, es que esto se pega.
Hay que parar la queja, por favor.
Hay que pararle los pies al pesimismo.
Hay que gritar.
Hay que salir corriendo.
Hay que hacer algo, coño, hay que hacer algo.

Yo qué sé.

3 comentarios:

Corresponsal en Palma dijo...

ya sabes, niña, a veces somos muy egoistas... nos ponemos a contar nuestros problemas sin pensar que quien escucha tiene también los suyos...

Anónimo dijo...

Oye yo tengo un problema!......Estoy loco por ti!!!
A que este te gustó cubanaza?...

Ivis dijo...

Qué te voy a contar, amiga, que tú no sepas, la queja es algo superior a nosotros, yo también me quejo a veces de más, está en el aire.
Gracias a ambos, uy, qué emocionante, me encantó.