jueves, 30 de agosto de 2007

Un ejemplo

Este poema lo escribí estando en Cuba este enero de 2007, valga para ejemplificar la frustración de no ser considerada más de allí.


A mi gente

Yo era como ustedes,
reía y caminaba como ustedes,
me pintaba las uñas y pedía
botella en las esquinas.

Creía ciegamente
que nuestro vino amargo,
nuestra caña de azúcar,
los habanos
(que aunque no soportaba por su olor
siempre sacaba en cajas clandestinas)
eran lo más sublime de esta tierra.

Me sabía el manual del buen cubano:
que si las playas, que si los paisajes,
que no había verdor como el de Cuba
ni arenas como las de Varadero,
y por supuesto estaba convencida
de que mi educación era la máxima
y que no había médicos competentes
ni hospitales tan buenos
como los de mi Cuba.

Con ese presupuesto,
sintiéndome orgullosa y millonaria
me alejé de mi centro
a una distancia donde no veía
el Malecón, el Morro, el Capitolio,
todo el anecdotario nacional,
ese muro invisible que no deja
mirar al horizonte.


Desde aquella distancia
Cuba era un punto minúsculo en el mapa,
una noticia al mes,
unas ofertas
de hotel con desayuno
y caras de mulatas sonrientes
bajo los cocoteros.


Tengo que confesar que me dolía
renunciar a mi esencia, a esos esquemas
que, poco a poco, fueron pareciendo
ingenuos, desfasados, fantasmales,
lejanos en el tiempo
y acaso ensoñaciones.


¿Qué hacer con mis nostalgias de boleros
y actos de patriotismo?
¿Cómo circunscribir tanta entropía
a un medio frío y austero?


La indigestión duró casi un quinquenio
en el que cometí varios dislates:
me aficioné a la música local
y puse en un altar a Silvio y Pablo
junto a David Calzado y los Van Van.


Con gusto sospechoso
creyendo que al hacerlo me llevaba
un pedazo de isla
adquirí souvenires de la feria:
(negritas con tabacos, tumbadoras,
maracas y bohíos con palmeras)
y decoré mi casa con aquellos
sucedáneos de arte nacional.

Me empeñé en cocinar arroz, frijoles
y esos tamales que nunca cuajaron.
Mi casa fue embajada y yo activista
de aquel estereotipo de supuesta
cubanía.

Pero nada es eterno como dicen
y a mí me fue picando poco a poco
el bicho venenoso de la duda.
Y comenzaron las comparaciones
en las que, hay que decirlo,
mi pequeña isla amada
quedaba en evidencia
o al menos en incómodo silencio.

Quizás fueron el tiempo y la distancia
que todo lo destruyen,
quizás fue poco a poco darme cuenta
de que sin mi moneda y mis regalos
mi familia apenas sobrevivía.
De que las teorías leninistas
no daban de comer, y para colmo
estaban desfasadas.

Y por más que quería conservar
esa idea romántica del pueblo
generoso y desinteresado,
solidario e internacionalista
los hechos se imponían dolorosos:
50 cuc de entrada al aeropuerto,
la cordial bienvenida,
el precio del soborno por dejarme
pasar mis baratijas,
pedacitos de amor empaquetados
con olor a jabón capitalista.
Media familia aquí y la otra parte
desparramada por la geografía.
Pero, ¿quién necesita de familia
si hay dignidad, salud y educación?

El mejor país del mundo reniega de sus hijos,
ese país que un día fue real
ahora vive de recuerdos y esperanzas,
subsiste de remesa familiar,
de ese dinero malo
que gano con sudor y con tristeza.

Si la doble moral alimentara
no haría falta luchar contra el bloqueo,
no harían falta inyecciones de dinero
sucio y capitalista.



La verdad es que aquí me quedé porque se me hizo un nudo en la garganta. No es un buen poema, lo sé, es una catarsis, otra más, ya estoy casi curada de mi rabia.
Saludos,

3 comentarios:

Faby dijo...

Catarsis: (purificación).

1. Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza.

2. Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones.

3. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.

4. Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso.

Ivis, irremediablemente, prefiero como tú, la catarsis a la catatónia.

Qué decirte si sabes que comparto tus ideas y tu angustia. Soy una más de esos "bichos raros y desterrados" que poblamos este mundo de hoy y además que como dicen los de "adentro": somos gente con "suerte" porque hemos logrado "salir"... cuánto de falso y cuánto de verdadero puede haber en cada una de esas frases?? ... y cuánto de loco?

Amiga, yo creo que no es traducible con lenguaje alguno, esto que se siente al no poder ser de aquí, al no poder ser de allá... más que injusto es...pero qué le vamos a hacer?

Somos la sombra de una islita querida y maldita.(Históricamente dicho)

Lo cierto es que, ansío estar en el sofá de mi casa, con la cabeza sobre los muslos de mi abuela, intentando refrescarme con un ventilador de 20 años de uso o más, escuchando las calamidades de los vecinos, a mi perro que le ladra a los niños, sin diversión, que "mataperrean" por los pasillos, a mi hermana juntando kilos para poder ir a la dicoteca, a mi madre fregando en la cocina, sudada, loca por terminar para ver "TODOS JUNTOS", La Novela.

No dejes de escribir, por favor, Un beso. Fa

Ivis dijo...

Ay, Faby, somos unas parias, ¿te acuerdas de aquella canción?
Esos recuerdos tuyos me llegaron muy adentro.
Esa isla que perdimos no existe más, o mejor dicho está en nosotros, somos ese desorden, no podemos perderlo.
Un beso, amiga, buena semana.

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

El arroz con frijoles es mi comida favorita, después de 15 anos, no me aburro.
El cuento chino de Cuba lo descubrí gracias al dinero sucio que me mandó mi familia.
Yo no tengo adornos ni recuerdos y casi todas las fotos las he perdido pero me lleve la vida conmigo dispuesto a aprender a vivirla de otra forma. Nunca he vuelto, gracias a
cualquier dios ya todo mi mundo esta aquí conmigo. No debemos negar nuestro pasado por falsa presentación, eso hace daño. Asume. Yo disfrute aquello de a lleno porque sabia que me iría. De fiesta en fiesta, de bonche en bonche. Aún extraño las tres novias que dejé. Después de irme aquella ves ya puedo irme de cualquier parte. Algún día volveré preparado para el asombro o el soborno o quizá bochorno. La peste a yuma no me la quita nadie.

Saludos.
Alberto