Los delicados matices de la vida me sorprenden de nuevo, justo cuando empezaba a creer que iba cogiendo el control de mi barco y el destino se me antojaba rutinario y seguro, como una película ya vista.
Y sin embargo hoy creo que conviene seguir vivos para experimentar sensaciones asombrosas y golpes exquisitos del azar. Ni en el mejor de mis sueños habría imaginado mayor refinamiento de ideas cruzando por mi mente cual finos alfileres de luz.
Vale la pena vivir para sentir estos calambres espirituales, para sentir el goce y el dolor entremezclados y darse cuenta, al cabo, de que la vida es para vivirla intensamente, dolorosamente, hermosamente.
7 comentarios:
bueno ivis, a veces un solo momentico de brillo, un segundo de risa o de hambre saciada, que sé yo una buena rascá en la e’palda... una nube (claro) que se yo... vale por los aquellos portazos que nos hablaba kafka. Un abrazo. T
Tony, este no era el post, es este, perdona, que lo estaba retocando.
Saludos.
me encantó el título
Pues sí, a veces nosotros mismos somos los más sorprendidos con las cosas que se nos pasan por la cabeza... sin embargo, antagónicamente ese desconcierto nos hace sentirnos vivos, es verdad.
Nunca en mi modesta opinion, se tiene el control del barco ... no es pesimismo o nihilismo a ultranza, es que la vida es asi...
Totalmente de acuerdo con Medea, es fácil tener el control del barco cuando las condiciones son favorables, pero ay amiga cuando sopla temporal!!!
Lo que importa es mantenerse a flote y no naufragar, que el rumbo ya se recupera luego.
Muchas gracias por vuestros consejos, es cierto que no hay control nunca, que es un error querer controlarlo todo en la vida.
Pero qué rico es estar vivos, hasta sufrir puede ser un goce.
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