Este juego que inventamos es muy bueno 
pues juega con nosotros sin saberlo, 
utilizamos la vanidad del otro y ¡mire usted! 
la nuestra se ha salido por los poros 
Claro que ya no sé si mi indecencia 
esta pose de poetisa trasnochada 
se originó en mi ser, o fuera de eso 
que reconozco como mis atributos. 
Fue el auditorio que exigió otra víctima 
otra cabeza más para encumbrarla 
y, por supuesto, luego, hacerla añicos, 
o colgarla para que los incautos 
sepan a qué atenerse si se lanzan 
a leer poesía frente a otros 
sin estar preparados para el trance: 
vertiginosa izada hacia las cumbres 
del Olimpo, de las musas 
donde te invade un éxtasis supremo 
que dura lo que dura tu entusiasmo, 
o lo que seas capaz de resistir 
equilibrista expuesto a los azotes 
de quienes te encumbraron falsamente 
para luego escupirte a los zapatos, 
zarandearte, vengarse a través tuyo 
de lo que les pasó por vanidosos 
o lo que no les pasa, por cobardes, 
por no tener aplomo, ni entusiasmo 
o las dos cosas: juventud y ganas 
de merendarse el mundo de un bocado.
 
 
2 comentarios:
El final es de lujo. Hay cierta violencia en algunas cosas que escribes... como si estuvieras cabrona con el mundo y le tiraras todas tus sartenes por la carota
Es cierto que hay violencia, pero a veces me parece que esta violencia viene bien, al menos a los poemas, porque sino serían muy iguales los unos a los otros, demasiado planos.
Gracias por la observación.
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