martes, 10 de junio de 2008

Pasaje cadena azul. Los quince de mi prima

Los quince de Yanet fueron un acontecimiento en todo el Sevillano. Aún guardo la foto que nos tiramos en la casa que ponía freno al pasaje, justo en la esquina; la más bonita de todo el barrio, con sus suelos de granito blanco, su puerta señorial y esa terraza sombría que no tenía desperdicio. Ahí estamos mi prima y yo, tumbadas sobre la cama de una casa ajena, ensayando la misma pose: las manos al junto a la cabeza, aguantándola como un marco, una pierna a lo largo y la otra doblada y sonriendo a la cámara con una sonrisa de lo más natural.
Los quince eran unas fiestas cursis donde todo era prestado. Aunque en aquel entonces no tenían mucho sentido como muestra de poder -por aquello de que todos éramos iguales- las familias la seguían -y aún siguen- usando para competir. Estos rezagos pequeño burgueses constituían una aberración dentro del socialismo, pero habría sido más fácil poner a la gente a comer piedra antes que quitarle al cubano, ostentoso por naturaleza, ese placer de lucirse aunque fuera de aquel modo ridículo.
Mi prima estaba preciosa, todo sea dicho. A pesar de sus libritas de más lucía lindísima en su vestido verde de tiritas, con su pelo encrespado y castaño claro en una melena a lo Rafaela Carrá, con las puntas hacia afuera, y esa carita pícara que siempre tuvo.
La casa nunca había abrigado a tanta gente; además de la familia y parientes del interior, que eran muchos, estaban presentes todos los vecinos del barrio y los amigos de mi prima, jóvenes que siempre me parecieron mayores, aún cuando veo las fotos me cuesta aceptar que tuviesen apenas 15 años. Será la moda. Era la época de los pantalones campana y de la música disco. Como siempre algún vecino buenagente había prestado una grabadora y sonaba una canción de Michael Jackson que yo recuerdo como "se me cae la trusa", no sé si era ésta la letra, pero todos la coreaban así.
Mi madre estaba hermosa en su vestido verde botella que se abrochaba al cuello. Llevaba la melena rubia recogida en una cebolla que la hacía aún más distinguida. Mi madre era preciosa y esbelta, gimnasta profesional, la envidia de todas las mujeres de la cuadra y el desvelo de mi padre, que no sabía qué hacer para contentarla. Le traía regalos, se ocupaba de que no le faltase de nada, y hasta se ocupaba de mí, que era su otra debilidad.
Pero por aquella época ya el amor se había evaporado de la relación entre mi padre y mi madre, quizás por eso ella se veía más bella, más fría, más ajena. Y mi padre volcaba en mí los besos que no tenían lugar. Yo me sabía depositaria de un sentimiento que no era mío, de un secreto demasiado grande para mi estatura. Cuando mi padre me besaba antes de dormirme con aquella ternura yo me decía: "este hombre está enamorado de mí", y hasta se me antojaba embarazoso. No sabía que estaba malherido y que pronto se iría de la casa, pero no todavía, antes había que comerse las croqueticas y el cake y tirarse las fotos detrás de la mesa como siempre con las botellas de refresco de adorno. Y bailar con Michael Jackson y esperar el momento en que pusieran "Marilú" de los Van Van, para que mi prima pudiera bailar pegadita con su novio apodado "Papito". Y había que jugar a la escoba y reírnos con las poses difíciles en que quedaba la gente cuando decían: "¡rojo!" y todo quedaba así detenido como en una postal, como yo lo recuerdo ahora en mi mente.

11 comentarios:

RCI dijo...

Son vivencias comunes, que por tan bien contadas se convierten en únicas.

Como espectador de los quince, toda una institución en Cuba de la que nunca fui enemigo, en aquellas épocas porque eran una fiesta más a la que ir, pegar la gorra y pasarla bien, así que las quinceañeras que hacían (sus padres) la fiesta por todo lo alto, eran las conocidas. La alternativa del gran regalo, viaje, etc. del que solo se enteraban familiares y agraciada, no trascendía más allá de ese círculo y al fin y al cabo era… una fiesta menos, chea todo lo que quieras, anacrónicas, etc. pero ¡fiesta! que para eso a esa edad se recorrían calles y barrios enteros buscándolas.

Ivis dijo...

Gracias, querido. Creo que hay algo de ancestral en todo eso: la fiesta de iniciación, las vestales se dan a conocer entre los posibles candidatos, y cuantos más, mejor. Creo que ampliaré este capítulo luego, me he dejado muchas cosas en el tintero. Un abrazo y gracias por pasarte.

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

cono que empingao te quedo el cuento.
me quedo en rojo por lo que queda del dIa.
nos vemos, tony.

Anónimo dijo...

Que bien China, de tan grafico tu relato, me acorde de los quinces de mi hermana, de mi primer popular a escondidas y de mi primera orgia, pues esa noche me entregue a los brazos de Onan (mas bien a las manos), fisgoneando a una pareja que se hacia de todo en el patio.
Muy bueno de verdad, muchos besos

Yo

Ivis dijo...

Asere Tony, la cosa está mala por ahí, hay mucha mala leche en el ambiente. Pero bueno, qué le vamos a hacer.
Gracias por tu comentario. Un beso.

Ivis dijo...

Tú mi delirio... ahora te me estás poniendo pornográfico, cuidado... me alegro de que te gustase mi relato, pero no había sexo ni lenguaje de adultos. Un casto beso.

Betty dijo...

ah,los quince, ahí hay tema para un tratado sociológico;-)apartado gastronómico, musical-baile, vestuario, reportaje fotográfico, fiesta (y hasta bronca)...no podían faltar en el Pasaje Azul, seguro no fueron los de tu prima los únicos;-)... yo del reportaje fotográfico no pasé cuando llegué a los ansiados quince años, todo lo otro fue paseo, un poco en baja para los festejos que armaron mis socitas del instituto;-))

Ivis dijo...

Pues a mí no me hicieron las típicas fotos porque mi papá dijo que eso era cheo (menos mal) y que yo no era modelo, no sabes cuánto se lo agradezco.

Garrincha dijo...

qué gorrión.
pero gracias por el post, iv.

Yvette dijo...

Como tengo cosas que leer por aqui...
Volvere!

Un beso.

Ivis dijo...

Love you too guys.